La leyenda de Pozo Amargo

Toledo fue testigo durante siglos de la

convivencia

, unas veces pacífica y otras no tanto, de cristianos, musulmanes y judíos. Los roces, amoríos, duelos y vendettas que las diferencias de estos tres pueblos generaban han dado como resultado no pocas leyendas al más puro estilo de Shakespeare. La leyenda del Pozo Amargo es una de esas

historias de amor imposible

, protagonizada por don Fernando, cristiano y caballero principal de la ciudad y Raquel, la bella hija de un opulento hebreo.



Como no podía ser de otra forma, el amor entre Fernando y Raquel provocó la más virulenta oposición por parte de las respectivas familias, convirtiendo su amor en algo prohibido y furtivo. Así, los enamorados no podían sino verse un rato cada noche en el rincón más oscuro del jardín del palacio del judío, en el que había un pozo. Sólo así podía ser el amor para ellos, pero una noche don Fernando no apareció. Raquel lo esperó, sentada junto al brocal del pozo, hasta que le sorprendió el alba. A la noche siguiente, Fernando tampoco acudió a la cita ni mandó un mensajero y Raquel, triste y temiéndose lo peor, derramó sus amargas lágrimas sobre las aguas del pozo. Así se sucedieron varias noches para Raquel, que esperaba en el pozo a lágrima viva, hasta que supo que su amado había sido asesinado intentando trepar el muro del jardín. Desconsolada, volvió al pozo, se vio reflejada en sus aguas y, ya sin fuerzas, se dejó caer sobre él para siempre y nunca más se sacó agua de allí, por haberla amargado las lágrimas de Raquel. Cierta o no la leyenda, es un hecho que hoy en día ese pozo existe y que está cerrado. ¿Dónde está? Sólo los verdaderos toledanos lo saben. Pregunten y callejeen por Toledo en busca de este pozo, que poco tiene que envidiar al balcón de Julieta. Se trata de un rincón mágico de Toledo. De noche, todavía más.